Fotografías de Daniel Mordzinski
He aquí un libro de poesía en que el amor es una hoguera auténtica, de las que se propagan por todas y cada una de sus páginas, por todos y cada uno de sus versos, por todos y cada uno de sus espacios en blanco. Hacía tiempo que no me tropezaba con un libro tan entusiasta, tan apasionado, tan ardiente. En los poemarios al uso coexisten la mayor parte de las veces amor y desamor, en la idea de que sufrir penas de amor es el tributo que hay que pagar por el azar milagroso de un amor correspondido. Este libro de poesía es un himno de acción de gracias a los dioses por haber concedido a su autor la posibilidad de perderse en el bosque sin horas de un amor pleno y verdadero. Un libro que es un canto a la dulcísima e irrepetible sensación de amar y ser amado sin contraindicaciones, sin reservas, sin miedos, sin heridas sangrantes que deban restañarse. Un libro en que el amor vuelve a ser el prodigio que mueve el sol y las demás estrellas.
(Luis Alberto de Cuenca)
Y el todo que nos queda se presenta abiertamente como un poemario amoroso y en él hallamos una escritura que López-Vega ya ha ensayado de manera esporádica en libros anteriores: la alegría y el asombro de vivir, y de hacerlo en compañía de la amada, se combinan con una atención exaltada a la riqueza y variedad del mundo. En ese diálogo constante, ese cruzarse de lo íntimo y lo mundano, lo doméstico y lo callejero -lo nómada- está el meollo del libro y su gran virtud: un don singular para descubrir en casi cualquier instante la palanca que mueve el mundo de los amantes.
(Jordi Doce, La lectura)
Escribir poesía bajo el influjo de la felicidad no tiene buena prensa y, además, los riesgos a los que el poeta debe hacer frente no son menores. [...] Afortunadamente el verdadero poeta sabe sortear estas trampas y Martín López-Vega lo ha hecho con la desenvoltura creativa que ya es una característica propia. No teme nuestro poeta asumir nuevos riesgos porque los viene asumiendo desde hace muchos años y, por otra parte, cada uno de ellos, salvado satisfactoriamente, no ha hecho más que afirmar una personalísima estética, estética fruto de numerosas tradiciones y, por tanto, casi indefinible.
(Carlos Alcorta, El diario montañés)
Hay que ser valiente para hablar de amor, sintiéndose el amor mismo, escribir versos, caminando descalzo como "acto de amor al mundo despojado". Pero las dificultades de ese reto las sortea con una apuesta por la emoción inteligente, con recursos como la intertextualidad, la mezcla de géneros, la de cotidianidad y cultura o la del humor con la sobriedad, recursos a los que ya nos tiene acostumbrados la poesía de Martín López Vega. Todo ello y, por encima de todo ello, la honestidad de su mirada sobre él y sobre lo que lo rodea lo aleja de cualquier sentimentalismo superfluo.
(Mònica Vidiella Bartual, Infolibre)
La intimidad doméstica del amor deja poemas memorables en los que el sujeto se recrea perplejo y celebra, con un tono marcadamente confesional, el instante [...]. Pese a la dificultad de la empresa, López-Vega consigue salir airoso sin renunciar a sus rasgos de estilo y temáticos.
(Francisco Onieva, Diario Córdoba)
Martín López-Vega es un escritor con recursos y en este libro de temática tan convencional rara vez incurre en lo convencional.
(José Luis García Martín, El comercio)